El profeta Oseas, hijo de Beeri (Berí) de la tribu de Isacar, vivió y predicó en el reino de Israel en el tiempo cercano a su destrucción. El comienzo de su servicio profético corresponde al final del reinado de Jeroboam II (782-752), aproximadamente en el 740 750 a.C. y continua hasta la caída de Samaría en 722. Eran tiempos de decaimiento espiritual del pueblo de Israel, de aumento de la idolatría y de disolución moral. La presión de la Asiria guerrera provocaba la inestabilidad política de Israel y frecuentes golpes palaciegos.
El profeta Oseas acusaba enérgicamente a sus contemporáneos por sus vicios, y en particular, por las repelentes costumbres paganas copiadas de los pueblos vecinos. Oseas profetizaba los desastres futuros. De su vida personal se sabe que se casó con Gomer, que le era abiertamente infiel. El profeta tuvo que divorciarse formalmente de ella pero continuó amándola y sentía pena por ella. Este drama personal le mostró al profeta cuán pesada era la traición espiritual del pueblo de Israel a Dios después de los Mandamientos del monte Sinaí. Los hebreos quebraron esta Alianza, la profanaron y cayeron en libertinaje espiritual. Por eso el Señor predijo a través de Su profeta que los hebreos serán rechazados y los paganos serán llamados al Reino de Dios: Me compadeceré de la No-compadecida, y diré a No Mi pueblo: tú eres Mi pueblo, y él dirá: "¡Tú eres Mi Dios!" (Os. 2:18-23). El profeta acusó a los sacerdotes aduciendo que ellos redujeron la fe en Dios a meras ceremonias sin sentimientos y que no instruyeron a la gente sobre la ley de Dios: "Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. Conforme a su grandeza, así pecaron contra mí; también yo cambiaré su honra en afrenta. Del pecado de mi pueblo comen, y en su maldad levantan su alma. Y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras" (Os. 4:6-9).
Más adelante el profeta llama a los que todavía son capaces de atender a su prédica: "Venid y volvamos al Señor; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él. Y conoceremos, y proseguiremos en conocer al Señor; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra" (Os. 6:1-3). He aquí lo que es valioso para el Señor en los actos humanos: "Por esta causa los corté por medio de los profetas, con las palabras de mi boca los maté; y tus juicios serán como luz que sale. Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos" (Os. 6:5-6).
Ante la proximidad de la destrucción de Israel el profeta usó todas sus fuerzas para despertar el sentimiento de arrepentimiento. Pero él vio también lo que vendrá después de los desastres y lo referido al final de los tiempos, cuando se va a producir la renovación completa del pueblo de Dios, cuando todos los desastres y la misma muerte sean aniquilados: "De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (Os. 13:14). Algunas frases de Oseas están citadas a veces en el N.T.: Os. 11:1, Mt. 2:15; Os. 6:6, Mt. 9:13; Os. 2:23, 1 Pedro 2:10; Os. 13:14, 1Co. 15:55; Os. 10:8, Lc. 23:30; y otros.
El contenido del libro del profeta Oseas es el siguiente: sobre la esposa infiel y la infidelidad de Israel (1-2), sobra la fidelidad Divina (3), acusación a Israel (4-7), juicio de Dios sobre Israel (8-10), una serie de prédicas cortas sobre los temas arriba mencionados (11-14). Termina el libro con la promesa de la salvación de los justos (14).