Este Concilio fue celebrado en Nicea en el año 787 d. C., durante el reino de la piadosa emperatriz Irene y su hijo Constantino, y en tiempos del patriarca Tarasio. El Concilio finalmente afirmó la veneración de los íconos, explicándola a partir de las Sagradas Escrituras, del testimonio de los santos padres, y de los ejemplos de milagros ocurridos en relación con los santos íconos. Entre otros ejemplos citados, el obispo chipriota Constantino presentó el siguiente: un ganadero de la ciudad de Constancia, sacando su manada a pastar un día, vio un ícono de la Madre Dios adornado con flores por los fieles. «¿Por qué dar tanto honor a una piedra?», dijo el ganadero, obviamente criado en el iconoclasmo, y arrojó su cayado de hierro, dañando el ojo derecho de la Madre de Dios. Tan pronto como hubo dejado aquel lugar, se tropezó sobre este mismo cayado perdiendo su propio ojo derecho. Regresando ciego a la ciudad, clamó entre lágrimas que esto era un castigo de la Madre de Dios. Este Concilio también decidió que, sin excepción, se colocasen reliquias de mártires en todo antimensio. Trescientos sesenta y siete padres participaron en el Concilio. Que el Señor tenga piedad de nosotros y nos salve por sus oraciones.




Back

PayPal