Cuando el emperador Miguel Paleólogo firmó la infame Unión de Lyons con el Papa para así recibir su ayuda contra los búlgaros y los serbios, los monjes de la Montaña Santa [de Athos] enviaron al Emperador una protesta en contra de la unión, urgiéndole que la rechazara y que regresara a la Ortodoxia. El Papa envió un ejército para ayudar a Miguel, y este ejército latino entró a la Montaña Santa, haciendo tales barbaridades como las que los turcos nunca cometieron en quinientos años. Tras colgar a los miembros del Concilio y de masacrar a muchos de los monjes en Vatopedi, Iviron y otros monasterios, los latinos se dirigieron a Zorographou. El bienaventurado abad Tomás dijo a los hermanos por inspiración divina que aquellos que quisieran salvarse de los latinos debían huir del monasterio, y aquellos que desearan morir como mártires debían quedarse. Veintiséis hombres se quedaron: veintidós monjes con su abad, y cuatro laicos que trabajaban para el monasterio. Todos se encerraron en la torre del monasterio. Cuando los latinos llegaron, incendiaron la torre, y estos veintiséis héroes encontraron la muerte por martirio entre las llamas. Mientras la torre se quemaba, cantaban himnos y el Akatisto a la Madre de Dios, y entregaron sus santas almas en manos de Dios el 10 de octubre de 1282. En diciembre del mismo año, el vil emperador Miguel murió en pobreza, tras haberse levantado contra él Milutin, rey de Serbia, en defensa de la Ortodoxia.




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