Beata Taisa nació en Egipto a fines del tercer siglo. Educada por su madre, mujer de mala conducta, Taisa desde sus jóvenes años se dedicó a la vida pecadora y se convirtió en mujer libertina. Seduciendo a jóvenes y hombres con su poco común belleza, a muchos llevó a la ruina.

A los oídos de Pafnúty el Grande llegaron las noticias de la pecadora Taisa, quién logró que muchos pecadores perdidos se arrepintieran de sus pecados. Vistiendo ropas de sociedad, el anciano Pafnúty llegó hasta Taisa y le pidió reunirse en un cómodo lugar donde con seguridad nadie los pudiera ver — no solo la gente, sino que también el Mismo Dios! Taisa aunque era idólatra, poseía los conocimientos elementales acerca de Dios. Sonriente le contestó al anciano, que su pedido era imposible cumplirlo, ya que Dios está en todos lados y todo lo ve. Entonces el beato Pafnúty rápidamente le expresó todo el peso de sus pecados, y qué terrible respuesta le deberá dar al Señor por los seducidos por ella. Las palabras del anciano estremecieron a la pecadora y arrepintiéndose profundamente decidió de raíz cambiar su vida.

Reunidos sus tesoros, obtenidos con la vida pecaminosa, los quemó en la plaza pública, con lo cual ajustició públicamente su vida precedente. Luego de lo cual Taisa ingresó en un convento de mujeres y allí durante tres años se encerró, penosamente llorando por sus pecados. Falleció la beata Taisa cerca del año 340. El monje Pablo, llamado el Sencillo, tuvo la visión de que Dios le perdonó los pecados y fue merecedora de la Vida Eterna. Al saber esto el anciano Pafnúty se alegró por lograr salvar un alma de la perdición eterna.



Tropario: En ti madre es sabido te salvaste, tomando la cruz seguiste a Cristo, despreciando el cuerpo y enseñando lo experimentado dices así: acercad al espíritu a lo imperecedero. Con ello los ángeles y tu espíritu se alegrarán, beata Taisa.




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