El venerable San Sisoes el Grande (+429) fue un monje solitario que vivió persiguiendo la vida ascética en el desierto Egipto donde moraba en una gruta que había sido bendecida y santificada por los labores y oraciones de su predecesor San Antonio el Grande (17 de Enero) quien laboro en ese mismo desierto por mas de 60 años.
San Sisoes obtuvo una pureza espiritual sublime y fue otorgado el gran don de taumaturgo. Por sus oraciones, el Santo logro restaurarle la vida a un niño que había fallecido.
San Sisoes era extremadamente estricto con si mismo, Aba Sisoes también era muy piadoso y compasivo con el prójimo. Aquellos que visitaban al Santo aprendían siempre la humildad y cuando uno de los monjes le pregunto como se podía obtener el constante recuerdo de Dios el Santo Sisoes le respondió: "Eso no es algo muy grande hijo mío, pero es algo muy grande que te consideres inferior a los demás, eso es lo que conduce a la adquisición de la humildad. "Los monjes siempre le preguntaban que si un año era suficiente tiempo para el arrepentimiento de los pecados de un hermano y Aba Sisoes les respondía:"Yo confío en la piedad del Señor que si un hombre se arrepiente con todo su corazón, entonces Dios le aceptara su arrepentimiento en tres días".
Cuando San Sisoes llego a su lecho de muerte, los discípulos que rodearon al Santo vieron como su rostro de repente resplandecía como el sol. Ellos le preguntaron al monje que había visto y el les respondió que vio a San Antonio, los profetas y los apóstoles.
Su rostro aumento en el brillo y hablaba también con alguien, los monjes le preguntaron "¿Con quien platicaba usted padre?" y el les dijo que los Ángeles habían llegado a recoger su alma y que el les estaba rogando por un poco mas de tiempo para arrepentirse." Los monjes le dijeron, “Usted no tiene necesidad de arrepentirse, padre” pero San Sisoes les dijo con humildad: "No creo que ni he comenzado a arrepentirme."
Tras esas palabras, el rostro del Santo Aba resplandeció tan intensamente que los hermanos no pudieron mirarlo. San Sisoes les dijo que vio al mismo Salvador y en ese instante hubo un destello como un rayo y una fragancia en el ambiente y entonces San Sisoes partió al Reino Celestial.
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