Eliseo vivió 900 años antes de Cristo. Cuando plugo al Señor llevarse al anciano profeta Elías, le reveló que había escogido a Eliseo, hijo de Safat, de la tribu de Rubén, y de la ciudad de Abel-mehola, para que fuese profeta en su lugar. Elías informó a Eliseo de la voluntad de Dios, y echó sobre él su manto, pidiendo a Dios que una doble porción de la gracia de la profecía fuese sobre él. Eliseo al punto dejó su hogar y su pueblo y siguió a Elías. Cuando el Señor se llevó a Elías en un carro de fuego, Eliseo quedó para continuar la labor profética con aún mayor poder que Elías. En su pureza y celo era el igual de los más grandes profetas, y sobrepasaba a todos los demás por el maravilloso poder que Dios le dio. Dividió las aguas del Jordán como Moisés dividió una vez el Mar Muerto; endulzó las aguas amargas de Jericó; inundó la barracas de guerra de los moabitas; hizo que las vasijas de la viuda se llenasen de aceite hasta el borde; resucitó al hijo de la sunamita; alimentó a cien hombres con sólo veinte panes de cebada; sanó de lepra a Naamán, capitán de los ejércitos de Siria; trajo lepra sobre su siervo Gehazi a causa de su codicia; cegó una tropa siria e hizo que otra huyera; predijo muchos sucesos tanto para el pueblo como para individuos; y entro en su descanso en edad muy avanzada.




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