San Pedro de Monte Athos, un griego de nacimiento, sirvió como soldado en los ejércitos imperiales y vivió en Constantinopla. En el año 667, durante una guerra con los sirios, San Pedro fue capturado y encerrado en una fortaleza en la ciudad de Samara al río Ufrates.
Por mucho tiempo fatigado en la prisión y reflexionaba sobre cuál de sus pecados habían traído el castigo de Dios sobre él. San Pedro se acordó que una vez tenía la intención de dejar el mundo e ir a un monasterio, pero él no lo había hecho. Él comenzó a respetar un estricto ayuno en la cárcel y a orar con fervor, y le rogó a San Nicolás el Taumaturgo que interceda ante Dios por él.
San Nicolás le apareció en un sueño a Pedro y le aconsejó hacer un llamamiento a San Simeón el recibidor de Dios (3 de febrero) para obtener ayuda. San Nicolás se le apareció una vez más en un sueño, dando coraje al prisionero en la paciencia y la esperanza. La tercera vez que se apareció no estaba soñando, pero estaba con San Simeón el recibidor de Dios. San Simeón tocó su bastón a las cadenas de San Pedro, y las cadenas se derritieron como la cera. Las puertas de la prisión se abrieron, y San Pedro quedo libre.
San Simeón el recibidor de Dios se volvió invisible, pero San Nicolás mando a San Pedro a las fronteras del territorio griego. Recordándole de su voto, San Nicolás se desapareció. San Pedro luego viajó a Roma para recibir la tonsura monástica enfrente la tumba del Apóstol Pedro. Incluso en este caso San Nicolás no le dejo sin su ayuda. Él apareció en un sueño al Papa de Roma y le informó de las circunstancias de la liberación de San Pedro de cautividad, y le encomendó al Papa a tonsurar el ex -prisionero en el monaquismo.
Al día siguiente, en medio de una multitud de personas que se habían reunido para los servicios divinos, el Papa exclamó con fuerza: "Pedro, tú que eres de las tierras griegas, y al que San Nicolás ha liberado de la prisión en Samara, ven aquí a mí.” San Pedro se puso delante del Papa, quien le tonsuro en el monaquismo enfrente la tumba del Apóstol Pedro. El Papa enseñó a San Pedro las reglas de la vida monástica y mantuvo el monje con él. Luego, con una bendición, envió a San Pedro a donde Dios le había apuntado para el viaje.
San Pedro entro un barco que navegaba hacia el Este. Los propietarios del barco, después de llegar a la tierra, suplicaron a San Pedro venir y rezar en cierta casa, donde el dueño del hogar y todos de la casa estaban enfermos. San Pedro los sanó a través de su oración.
La Santísima Virgen se apareció en un sueño a San Pedro y señaló el lugar donde debe vivir hasta el final de sus días: el Monte Athos. Cuando el barco llegó a Athos, se detuvo por si mismo. San Pedro se dio cuenta que este era el lugar donde estaba destinado ir, y así se fue a la tierra. Esto fue en el año 681. Pedro entonces habitaba en unos lugares solitarios del santo monte, sin ver a otra persona por cincuenta y tres años. Su ropa se había convertido en harapos, pero su pelo y su barba habían crecido y cubrieron su cuerpo en lugar de ropa.
Al principio, San Pedro fue en varias ocasiones objeto de agresiones demoníacas. Trataron de forzar al santo que abandone su cueva, los demonios a veces tomaban la forma de soldados armados, y en otros momentos de bestias feroces y víboras que parecían estar a punto de rasgar al ermitaño en pedazos. San Pedro superó los ataques demoníacos a través de la oración ferviente a Dios y a su Santa Madre. Entonces el enemigo recurrió a otras trampas. Se presento bajo la apariencia de un muchacho enviado desde su casa natal, suplicando al monje con lágrimas para salir del desierto y volver a su propia casa. El santo lloró, pero sin hesitación, respondió: "Aquí el Señor y la Santísima Virgen me trajeron. No voy a salir de aquí sin el permiso de Ella." Al oír el nombre de la Madre de Dios, el demonio se desvaneció.
Después de siete años, el diablo vino a San Pedro bajo la apariencia de un ángel radiante y dijo que Dios le ordenaba ir al mundo para la iluminación y la salvación de las personas que necesitaban su orientación. El asceta respondió de nuevo con experiencia que sin el permiso de la Madre de Dios no abandonaría el desierto. El diablo desapareció y no se molestó en acercarse nunca más del santo. La Madre de Dios se apareció a San Pedro en un sueño junto con San Nicolás y le dijo al valiente ermitaño que después de haber ayunado cuarenta días, un ángel le traería el maná celestial. San Pedro ayunó, y en el cuadragésimo día se fortificó con el maná celestial, recibió la fuerza para otro ayuno de cuarenta días.
Una vez, un cazador persiguiendo a un ciervo vio al hombre desnudo, cubierto de pelo, y ceñido por los lomos de hojas. Él tenía miedo y estaba a punto de huir, pero San Pedro lo detuvo y le dijo de su vida. El cazador le pidió permanecer con él, pero el santo lo envió a la casa. San Pedro le dio al cazador un año para el auto-examen y le prohibió hablar con cualquiera acerca de haberlo conocido.
Un año después el cazador regresó con su hermano, que estaba atormentado de un demonio, y con varios otros compañeros. Cuando entraron en la cueva de San Pedro, vieron que ya había reposado. El cazador, con amargas lágrimas, hablo a sus compañeros sobre la vida de San Pedro. Su hermano, solamente al tocar el cuerpo del santo, recibió la curación. San Pedro murió en el año 734. Sus reliquias se encontraban en Athos en el monasterio de San Clemente. Durante el período iconoclasta las reliquias fueron escondidas, y en el año 969 fueron trasladados a la aldea de Tracia, Photokami.
San Pedro una vez vio a la Madre de Dios en una visión, y le habló de su dominio terrenal, el Monte Athos: "He escogido esta montaña... y lo he recibido de Mi Hijo y Dios como una herencia, para aquellos que deseen renunciar a las preocupaciones mundanas y las luchas... Amo este lugar extremamente. Ayudare a aquellos que vienen a vivir aquí y que obran para Dios... y guardan Sus mandamientos... Yo aliviaré sus aflicciones y obras, y seré un aliado invencible para los monjes, invisible guía y protectora..."
Varias generaciones de monjes ortodoxos pueden testimoniar sobre la verdad de estas palabras. La Madre de Dios se considera como la Abadesa del Santo Monte, no sólo en nombre, pero en la realidad. Por esta razón, Monte. Athos se conoce como el "Jardín de la Madre de Dios."