De acuerdo con el menologio del emperador Basilio, San Luciniano era un sacerdote pagano de Nicomedia, convertido al cristianismo a una edad avanzada y que murió martirizado. Se le aprehendió durante el reinado del emperador Aureliano y compareció ante el magistrado Silvano. Porque rehusó negar a Cristo, le golpearon el rostro con piedras, lo azotaron y lo arrastraron con una cuerda atada al cuello. En la prisión donde posteriormente se le encerró, tuvo el consuelo de encontrar a cuatro jóvenes cristianos: Claudio, Hipacio, Pablo y Dionisio, a quienes fortaleció en la fe con tanto éxito, que en cuanto los reos comparecieron ante el tribunal, hicieron una firme confesión de sus creencias. Entonces metieron a San Luciniano en un horno caliente del que, sin embargo, salió indemne. Al fin, los cinco fueron enviados a Bizancio donde se crucificó a Luciniano y se cortó la cabeza a los demás.
Paula, una cristiana que llevaba alimentos a los mártires en la prisión y les curaba las heridas, fue también detenida, torturada en el horno y finalmente decapitada. La población de Constantinopla tenía gran devoción por estos santos.




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