Santos Crisanto y Daría (con ellos Claudia, Hilaria, Jasón y Mauro) fueron martirizados en Roma en el año 283. San Crisanto fue el hijo de un senador ilustre. Tuvo una brillante educación y empezó a amar las letras desde su juventud. Compró el Evangelio y las epístolas de los apóstoles y los leyó con mucho interés. Lo maravilló la superioridad del Evangelio, pero no entendía muchas cosas.
La providencia de Dios hizo que Crisanto conociera a un sacerdote quien le explicó detalladamente la fe cristiana. Profundizando en el estudio del Evangelio y sintiéndose iluminado con la moral cristiana. Crisanto dejó los equívocos paganos de su familia y se bautizó. Crisanto quería convertir a otros paganos a la fe cristiana y empezó a predicar el Evangelio sin miedo.
Cuando su padre, un fiel pagano, supo del bautismo de su hijo y queriendo alejarlo del cristianismo lo encarceló dejándolo con frío y sin comida. Pero los sufrimientos solamente reforzaron la fe de Crisanto. Entonces, su padre lo liberó y lo casó con la joven Daría, sacerdotisa de la diosa Vesta, esperando que con la ayuda de ella el hijo regresaría al paganismo. Pero, muy pronto Crisanto convirtió a Daría al cristianismo y ella se bautizó.
Cuando falleció el padre de Crisanto, la casa de los jóvenes esposos se convirtió en el lugar donde vivían los cristianos. Más tarde, denunciaron al magistrado romano Claudio que Crisanto y Daría predican el cristianismo. Cuando Claudio vio con que firmeza soportaban los suplicios y los milagros que se producían, se convirtió al cristianismo con su esposa Hilaria y sus hijos Jasón y Mauro.
Como castigo y por orden del emperador, Claudio fue ahogado con una piedra atada al cuello y sus hijos fueron decapitados. La madre, Hilaria, falleció sobre las tumbas de ellos antes de ser martirizada. A Crisanto y Daría, después de horribles suplicios los enterraron vivos. Más tarde, para recordarlos, los cristianos de Roma se juntaban en una caverna cerca del lugar de su muerte. Cuando los paganos lo supieron obstruyeron la salida y todos los que estaban ahí fallecieron de hambre. Entre los que murieron se nombran al presbítero Diodoro y al diácono Mariano.
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